Aunque el texto sea demasiado largo, he pensado que si a ellos les gusta sabrán cómo recortarlo, pero para mí eso es demasiado difícil puesto que en el texto van muchos de mis sentimientos. Dejo aquí el texto por si acaso, porque no sé si había que ponerlo o no.
SONRISAS EN EL INSTITUTO
Vamos
creciendo lentamente mientras la vida pasa ante nuestros ojos,
continuamos analizando a los demás con el pensamiento de que no
somos iguales a ellos, de que no tenemos sus mismos fallos y somos,
incluso, mejores. Aunque en el fondo, nuestra conciencia, sigue
repitiendo una y otra vez lo que somos y lo que hacemos mal.
El
instituto. Ese lugar en el que te topas por los pasillos con gente
sonriendo, riendo, con prisa, quizá enfadada, o con la esperanza de
salir de allí cuanto antes para volver a dormir entre las sábanas
que los arropan cada anochecer. Me gusta pensar que eso no es real.
La vida en el instituto es completamente distinta a la que hay
llegando a la calle.
Tenemos
una rutina. Una pequeña rutina que hacemos de lunes a viernes. Nos
levantamos con sueño queriendo quedarnos en casa para volver a
dormir, nos aseamos y vestimos, desayunamos y todo esto, con una gran
cara de sueño o de aburrimiento. Porque, ¿qué vas a hacer a las
ocho menos diez de la mañana mirando una taza o un pequeño plato?
Absolutamente nada. Y llegamos al instituto, abrazando a nuestros
amigos y sonriendo como si fuese la primera vez que los vemos.
Contando tonterías ocurridas en las anteriores veinticuatro horas.
¿Y
qué pasa si todas esas risas son ilusiones? O máscaras que tapan
nuestra desesperación. ¿Qué pasa si la gente miente con la boca e
intenta decir la verdad a través de sus ojos? Unos ojos que han
perdido la vitalidad. ¿Qué pasa si la gente no sabe leer las
pupilas? Si se han creído tanto tu sonrisa, que siquiera se fijan en
tus ojeras, en tus ojos, en tu vida real...
Quizá
no pueda explicar el dolor que sienten muchas personas, y quizá
tampoco pueda saber si en nuestro instituto hay adolescentes que
sufren depresión, ansiedad, estrés o cualquier tipo de problema
similar. Pero... las sonrisas irreales. Esas que al abrir un poco la
boca muestran su vacío, y se les escapa de dolor por los dientes,
que chirrían cada vez que necesitan gritar un poco de ayuda. Y que,
aunque se la ofrecieran, no aceptarían y se sentirían observados.
¿No habéis sentido que odiáis al mundo? Simplemente, por no
comprenderte. ¿No habéis sentido miedo al no saber qué hay en la
oscuridad y tener que andar por ella? ¿Y qué pasaría si la
oscuridad fuese la que acabase teniendo miedo de tocarnos a nosotros?
Y tocar mal, y destruirnos. O que ya haya hecho todo mal y estuviese
en nosotros diciendo que callemos. ¿Qué pasaría si te hubieran
metido en una burbuja con el aire reducido? ¿Y si sientes que te
ahogas pero hay quienes te observan como a los animales en un zoo? Y
tú sonríes, y ellos, cómo no, piensan que eres feliz mientras te
agotas.
Tan
sólo digo que quizá haya que saber leer los ojos y dejar de mirar
sonrisas, porque, tanto en el instituto como en la calle, más de uno
puede mentir. Y, mentir, se ha hecho algo demasiado fácil para la
humanidad.