sábado, 6 de diciembre de 2014

Carta al director.











Aunque el texto sea demasiado largo, he pensado que si a ellos les gusta sabrán cómo recortarlo, pero para mí eso es demasiado difícil puesto que en el texto van muchos de mis sentimientos. Dejo aquí el texto por si acaso, porque no sé si había que ponerlo o no.



SONRISAS EN EL INSTITUTO
Vamos creciendo lentamente mientras la vida pasa ante nuestros ojos, continuamos analizando a los demás con el pensamiento de que no somos iguales a ellos, de que no tenemos sus mismos fallos y somos, incluso, mejores. Aunque en el fondo, nuestra conciencia, sigue repitiendo una y otra vez lo que somos y lo que hacemos mal.
El instituto. Ese lugar en el que te topas por los pasillos con gente sonriendo, riendo, con prisa, quizá enfadada, o con la esperanza de salir de allí cuanto antes para volver a dormir entre las sábanas que los arropan cada anochecer. Me gusta pensar que eso no es real. La vida en el instituto es completamente distinta a la que hay llegando a la calle.
Tenemos una rutina. Una pequeña rutina que hacemos de lunes a viernes. Nos levantamos con sueño queriendo quedarnos en casa para volver a dormir, nos aseamos y vestimos, desayunamos y todo esto, con una gran cara de sueño o de aburrimiento. Porque, ¿qué vas a hacer a las ocho menos diez de la mañana mirando una taza o un pequeño plato? Absolutamente nada. Y llegamos al instituto, abrazando a nuestros amigos y sonriendo como si fuese la primera vez que los vemos. Contando tonterías ocurridas en las anteriores veinticuatro horas.
¿Y qué pasa si todas esas risas son ilusiones? O máscaras que tapan nuestra desesperación. ¿Qué pasa si la gente miente con la boca e intenta decir la verdad a través de sus ojos? Unos ojos que han perdido la vitalidad. ¿Qué pasa si la gente no sabe leer las pupilas? Si se han creído tanto tu sonrisa, que siquiera se fijan en tus ojeras, en tus ojos, en tu vida real...
Quizá no pueda explicar el dolor que sienten muchas personas, y quizá tampoco pueda saber si en nuestro instituto hay adolescentes que sufren depresión, ansiedad, estrés o cualquier tipo de problema similar. Pero... las sonrisas irreales. Esas que al abrir un poco la boca muestran su vacío, y se les escapa de dolor por los dientes, que chirrían cada vez que necesitan gritar un poco de ayuda. Y que, aunque se la ofrecieran, no aceptarían y se sentirían observados. ¿No habéis sentido que odiáis al mundo? Simplemente, por no comprenderte. ¿No habéis sentido miedo al no saber qué hay en la oscuridad y tener que andar por ella? ¿Y qué pasaría si la oscuridad fuese la que acabase teniendo miedo de tocarnos a nosotros? Y tocar mal, y destruirnos. O que ya haya hecho todo mal y estuviese en nosotros diciendo que callemos. ¿Qué pasaría si te hubieran metido en una burbuja con el aire reducido? ¿Y si sientes que te ahogas pero hay quienes te observan como a los animales en un zoo? Y tú sonríes, y ellos, cómo no, piensan que eres feliz mientras te agotas.
Tan sólo digo que quizá haya que saber leer los ojos y dejar de mirar sonrisas, porque, tanto en el instituto como en la calle, más de uno puede mentir. Y, mentir, se ha hecho algo demasiado fácil para la humanidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario